El Bandolerismo, Estudio social y memorias históricas. Narraciones. by Julián de Zugasti

El Bandolerismo, Estudio social y memorias históricas. Narraciones. by Julián de Zugasti

autor:Julián de Zugasti [Zugasti, Julián de]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 1876-01-01T00:00:00+00:00


Capítulo XV

Epílogo

Inmediatamente, el sargento Cordero Nogales dio parte de lo acaecido á su jefe don Manuel Villacampa del Castillo, comandante de la Guardia civil, quien, sin dilación, se personó en el lugar del trágico suceso, disponiendo que en seguida trasladasen al herido á la más próxima Casa de socorro, que lo era la de San Juan de Dios, así como también ordenando, que condujesen los cadáveres al Hospital central, y que recogiesen los demás efectos pertenecientes á los muertos.

En seguida, el señor Villacampa practicó un escrupuloso reconocimiento, así del terreno como de todos los efectos que conducían los malhechores, del cual resultó, que dicho jefe puso á disposición del teniente don Salvador Morana, fiscal que se nombró para la formación del acostumbrado sumario, dos caballos, una yegua, armas, municiones y la cantidad de veintiún mil ciento cincuenta reales.

Posteriormente, el Gobernador entregó á dicho fiscal la suma de cuarenta mil cien reales, que don Gabriel Campelo puso á disposición de la referida autoridad civil, y cuya suma fué hallada por un criado del susodicho señor Campelo en una finca que éste poseía en las inmediaciones de la Venta de Guadaira.

También el señor Villacampa dispuso que en el acto saliesen en persecución del criminal, que se había escapado, enviando en su busca parte de la fuerza que constituía los grupos de la Guardia civil, y que con motivo de la refriega, se habían reunido en aquel mismo sitio á las órdenes del teniente graduado de capitán don Isidro Mantilla, jefe de la línea establecida aquella noche para llevar á cabo la operación combinada de antemano, y á cuyas acertadas disposiciones, actividad, celo, inteligencia y energía, se debió la cumplida ejecución de lo preceptuado, á la par que el éxito más satisfactorio.

En cuanto al valiente, pundonoroso é infeliz guardia Juan Dorado Gil, debo manifestar, que en la Casa de socorro se le hizo la primera cura, extrayéndole dos proyectiles del muslo derecho, junto á la ingle, y que trasladado al Hospital militar, falleció el día 27 de junio, á consecuencia de la herida, siendo objeto de la más tierna solicitud, por parte de sus compañeros, y del más vivo interés por parte de las autoridades y del vecindario de Sevilla.

Una vez trasladados al hospital los cadáveres delos malhechores, dispuso el Gobernador civil que los fotografiasen, á fin de identificar sus personas, por medio de los retratos, supuesto que las cédulas de vecindad que llevaban eran falsas.

Y con este motivo, debo decir, que dos de los individuos fotografiados, cuya identificación pudo verificarse con la más completa exactitud, resultaron ser precisamente los mismos, cuyos nombres había yo designado, desde que el ministro de la Gobernación me pidió informes, respecto á quiénes pudieran ser los autores de este ruidoso secuestro.

Los dos malhechores, á quienes me refiero, eran naturales de Benamejí, habían tomado parte en otros secuestros, robos y asesinatos en aquella comarca, y se llamaban Juan Morales Montoro (a). Cucarrete ó Cuco y Francisco José Martín Espejo (a). Malas-patas y además conocido en cada territorio por un mote diferente.



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